El segundo año es una de las etapas más ricas en desarrollo del lenguaje.
Entre los 12 y 18 meses, niños y niñas siguen enriqueciendo la combinación de sonidos, utilizando sílabas directas, inversas y algunas complejas. Continúan aprendiendo sonidos característicos de su lengua, lo que se traduce en nuevas palabras que representan la globalidad de una situación y frecuentemente van acompañadas de mímicas y entonación.
Como están aprendiendo, sus palabras no son iguales a las de un adulto: omiten sílabas, fusionan varias palabras e incluso crean algunas, lo que hace que sean entendidos por las personas más cercanas. Masticar nuevos alimentos, troceados y carnes blandas, sigue favoreciendo el desarrollo de la articulación de los sonidos que conforman la lengua.
Pasados los 18 meses, decrece el uso de palabras fusionadas y aumenta la producción de dos palabras coordinadas entre sí: una de ellas es más estable y persiste, la otra varía según las necesidades; por ejemplo, “quiero tete”, “quiero mamá”.
En esa etapa tu pequeño combina elementos verbales para identificar objetos y expresar ubicación y posesión, en frases como “eto e miau” para decir “esto es un gato”; “nena tá casa” (la nena está en la casa) y “guauguau nené” (el perro es del nené). También se evidencian algunas funciones del lenguaje, como la instrumental (satisface sus necesidades con el habla) y la interactiva (entiende las normas sociales como saludos y despedidas).
Hacia los dos años, pronuncia sus palabras parecido al adulto y sus frases tienen estructura más compleja, ya que incorpora preposiciones, género y número, relaciones de posesión y ubicación, entre otras. También usa verbos irregulares conjugados de manera regular (“ponió”), lo que denota uso de reglas en la estructura de la frase en el nuevo vocabulario.
Paulatinamente comprende oraciones siguiendo el orden de las palabras y organiza éstas dentro de la oración. Su comprensión sigue aumentando, entiende oraciones diferenciando los matices de voz y necesita menos la gestualidad del adulto. Al jugar, el lenguaje oral acompaña sus actividades, sin importar que exista o no un objeto.
Desde los 18 meses, incluye en su alimentación mayor diversidad de carnes y vegetales crudos, lo que influye positivamente en la fuerza de sus músculos orofaciales y en la disociación de los movimientos de las estructuras implicadas en la alimentación y el habla. Las diferentes experiencias en socialización, alimentación, desplazamientos y rutinas, entre otros, favorecen la adquisición y el uso de diferentes palabras.
Calificación!
Promedio de puntuación / 5. Recuento de votos: