Alguna vez leí un artículo que exponía varias razones por las que no se debe obligar a los niños a saludar de beso y abrazo. Entre las que mencionaba decía algo parecido a “porque al obligarlos les estás enseñando que no es autónomo sobre su cuerpo”. Me convencieron los argumentos. Desde ese día cuestiono a las personas que dicen que un niño está mal educado porque no se lanza a los brazos de un desconocido. Considero que la decencia no se mide en la cantidad de besos o apretones de cachetes que el pequeño permita que le den. Es válido un “buenos días” o hasta un informal “hola” con la distancia que ellos consideren necesaria tener ¿no?
El “problema” es que nacimos en una cultura besucona y de mucho contacto físico. Sólo basta con hacer la fila en un banco para sentir la tibieza de la respiración de la persona de atrás, no hay un espacio establecido mínimo de distancia. Y si, afirmo que es un “problema” cuando se trata de respetar el espacio del otro y más, el de los niños, todos merecemos el nuestro.
Lo contrario ocurre en una cultura como la norteamericana, de la que llevo aprendiendo un año largo. Es distante y no tan cálida como la latina. No tocar a los demás es lo normal, lo correcto, y todavía no he descifrado cómo se mide el nivel de confianza para tener una aproximación “normal” en nuestra cultura porque después de varios meses de conocer a la mamá del mejor amigo de mi hijo la saludé de beso, y la señora, que tiene mi misma edad, se alcanzó a impresionar. Arrimó el cachete en cámara lenta porque no entendía que yo la quería saludar con un beso… yo creo que el abrazo lo dejaré para el año que viene.
Es una lucha constante que tenemos los padres sobre los patrones de crianza y comportamiento estipulados por generaciones anteriores. Hay muchas cosas que se deben conservar como los buenos modales en la mesa, decir “gracias” y “por favor”, entre otras, pero hay otras que quizá no se ajustan al mundo que les tocó a estos pequeños y nosotros como padres. Ellos y nosotros estamos bombardeados de información diaria, noticias aterradoras leemos y/o vemos sobre cosas que le pasan a los niños y de alguna manera estas alimentan el pánico que nace pegado al cordón umbilical.
Es una contradicción decirle constantemente a un chiquitín que no hable con extraños, que no reciba dulces de desconocidos y al mismo tiempo obligarlo a que salude de beso a un familiar que nunca había visto. Es un extraño, punto. Se pierde la coherencia del mensaje de protección en el preciso momento en que la situación con el tío lejano se vuelve confusa. Por eso siempre miran a la mamá o al papá cuando tienen una duda y sin necesidad de preguntar buscan en nuestra expresión corporal una respuesta de aprobación.
Es normal que los pequeños no quieran saludar corporalmente, que los abracen o los besen, como también es normal que les guste hacerlo, anormal es el que asocia un saludo cordialmente distante con los valores y modales que se inculcan desde el primer día que percibieron la luz del sol. Me costó mucho tiempo entender que no era yo la que estaba haciendo mal la tarea cuando mi hijo se negaba a tener contacto físico en primera instancia, y en alguna ocasión hasta lágrimas de rabia en una discusión por lo mismo, pero finalmente entendí que no existe algún tipo de relación.
Así que si me encuentras por la calle y hace rato no nos vemos, seguro te voy a saludar con un besote en el cachete y un abrazo vigoroso, esa soy yo, pero de mi hijo no esperes lo mismo, no le da besos a desconocidos.
*Fotografía tomada de https://www.letscreateart.com
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