–Necesito que seas muy fuerte mañana en tu cirugía y salgas victoriosa. ¡Vas a ser abuela!– le dije mostrándole la prueba de embarazo. Las lágrimas no se hicieron esperar. Me prometió que respiraría al día siguiente, con dolor seguramente, porque su vida tenía un nuevo sentido: su primer nieto. El cáncer de ovario fase cuatro no le iba impedir cargar al pequeño. Era la noche del 25 de agosto de 2014 y al día siguiente, la futura abuela salió del quirófano feliz y cargada de ilusión.
Hoy quiero escribir sobre ella. Nació con la palabra libertad como bandera, de pequeño tamaño y grandes carcajadas. Creatividad… otra de sus favoritas, manejaba los pinceles y los colores para recrear lugares que le traían recuerdos y que le gustaría conocer.
De paso ligero y danza con ritmo, sabores exquisitos al cocinar, admiración por los animales y el mar. Creía en la energía del universo, en los mensajes de las hadas, en la Virgen de Chiquinquirá, pero por sobre todas las cosas… creía en sus dos hijos.
Ella le enseñó a nadar a mi pequeño, le cantó canciones de cuna, le contó historias tergiversadas que excluían personajes malos, y me enseñó también a ser mejor mamá. Varias fueron las charlas sobre la felicidad, el perdón, la tranquilidad y el amor a los hijos.
Durante cuatro años la vi luchar por un día más al lado de los suyos, su esposo, sus hijos y su adorado nieto. 26 sesiones de quimioterapia y una segunda cirugía a comienzos de este año en la que se fue tres veces pero su fortaleza le hizo pistola al universo y la trajo de vuelta.
Queda un sabor a injusticia cuando se ve sufrir tanto una persona que durante dos décadas trabajó por los niños abandonados en Colombia. Una mujer que sacó adelante a sus hijos sola desde que estaban en la adolescencia. Una «berraca» como diríamos en Colombia, altruista de la cabeza a los pies, pues el último bien que buscaba era el propio. Generosa, buena amiga y de buen sentido del humor.
–Mi corazón, tu sabes que Grandma ha estado muy malita ¿cierto?. Bueno, va a llegar el día en que me voy a convertir en una estrella y desde el cielo te voy a cuidar. Cuando quieras verme mira hacia arriba que ahí estaré para ti– le dijo hace un par de meses a mi hijo mientras manejaba rumbo a la piscina.
El viernes pasado se convirtió en estrella… y confieso que voy a extrañar a la mujer que nunca llamé suegra.