La incontinencia en el embarazo es muy común y por lo mismo ha llegado a considerarse normal tener escapes de la misma durante la etapa de gestación, después del nacimiento de un hijo, y en los casos en los que las mujeres han tenido más de uno. Sin embargo, no es normal en ninguna circunstancia y debe tratarse.
Para comprender la incontinencia en el embarazo, debemos saber que la vejiga está alojada en la parte más baja de la pelvis, junto con el útero y la última parte del intestino, el recto. Estos órganos se encuentran uno adelante del otro y están suspendidos a través de diversos ligamentos por sobre la musculatura del piso pélvico. Esta última es un conjunto de músculos de distintas formas y direcciones que cierran la pelvis por abajo, con una forma parecida a una hamaca, pero más tensa, y es atravesada por la salida de cada órgano pélvico: la uretra, la vagina y el ano.
Por su forma y disposición, la musculatura del piso pélvico tiene la función de sostener a los órganos pélvicos ayudando a que se mantengan en su posición. También tiene un importante rol en la capacidad de continencia tanto urinaria como defecatoria. Además de esto tiene una función en la actividad sexual, puesto que da la tensión a la vagina; y una participación muy importante en el parto, pues es el tejido que se elonga para la salida del bebé.
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Factores de riesgo para la incontinencia en el embarazo
Existen varios factores que pueden debilitar esta musculatura, algunos de ellos son:
- Los ejercicios de fuerzas o rebotes excesivos.
- El sobrepeso u obesidad
- Problemas respiratorios crónicos
- La gestación, el parto y la menopausia.
Durante la gestación, el aumento progresivo del peso uterino va generando mayor sobrecarga de estos músculos. Que se deben trabajar y fortalecer, para que no se vean debilitados por el peso extra; ya que la falta de fuerza generará que no funcionen de manera adecuada, pudiendo aparecer en el embarazo disfunciones como la incontinencia de orina de esfuerzo (escapes de orina al toser, estornudar, reír, levantar peso, etc).
Por otro lado, en el parto vaginal esta musculatura debe elongarse significativamente para permitir la salida del bebé a través del canal vaginal. En un parto en buenas condiciones esto no es problema puesto que el tejido muscular es elástico, pero es fundamental darle el tiempo necesario para que se elongue cuidadosamente.
Por eso, preparar el tejido durante el embarazo y evitar intervenciones de rutina que puedan acelerar, sin necesidad clínica, o limitar el movimiento de la madre, ayuda a disminuir el riesgo de desgarros o la necesidad de realizar una episiotomía (un corte que se realiza en la apertura vaginal cuando ésta no se está elongando lo suficiente). Esto implica una ruptura de las fibras musculares, llevando a una cicatriz y una posible alteración en su función, lo cual aumenta considerablemente el riesgo de disfunciones de piso pélvico, como dolor al tener relaciones sexuales, alteración en la sensibilidad, incontinencia de orina e incluso prolapsos a futuro.
Camila Boettiger Uhart
Kinesióloga embarazo y postparto
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